

Michelle y Wilfredo
Casarse en La Masión en Xanadú, en Varadero
Volver a Cárdenas, esta vez con ella y con toda su gente, ya era especial. Pero hacerlo para casarse en la Mansión Xanadú de Varadero, frente al mar y en una locación cargada de historia, convirtió ese regreso en algo inolvidable.

Proveedores:
Coordinación, Diseño y Decoración :Aire de Fiesta
Fotos:
Maiquel García
Vídeo:
Manuel Paneca
Lugar:
Michelle es de Holanda. Él, cubano, había emigrado hacía años. Cuando decidieron casarse, eligieron volver a Cuba y celebrar su boda en un lugar con historia, belleza y vista al mar. Querían casarse en la Mansión Xanadú, Varadero y compartir con su gente algo más que una ceremonia: una experiencia.
Y así fue. Una boda tropical, cercana y vibrante, donde se encontraron las raíces, las familias y todo lo que ahora construyen juntos.








Preparativos en la propia Mansión Xanadú
La mañana comenzó en distintos salones de la Mansión Xanadú, pero bajo el mismo techo. Michelle se preparó sola con su madre y nuestro maquillista Michel, en un ambiente tranquilo y especial. El resto del grupo —amigas, familiares cercanas— se encontraba en otra habitación, atendidas por una segunda maquillista que llevamos para ellas. Más tarde, se unieron todas para una sesión juntas, justo antes de la ceremonia.
Wilfredo, en otro espacio de la misma casa, vivía su propio momento de calma junto a su madre, Milagros, con quien más tarde compartiría su entrada a la ceremonia.
Tener todo en un mismo lugar permitió vivir los preparativos sin apuros ni traslados. Además, el estilo arquitectónico y la luz natural de la mansión la convirtieron en el escenario perfecto para esas primeras fotos: elegantes y llenas de carácter.







Ceremonia tropical sobre el mar de Varadero
La ceremonia se celebró sobre el acantilado de la Mansión Xanadú, uno de los pocos espacios en Varadero con jardines naturales justo sobre el mar. Las sillas se dispusieron en semicírculo, con un aro floral tropical al centro y el horizonte completamente abierto.
Casarse en la Mansión Xanadú es, para muchas parejas, una decisión marcada por este lugar exacto: por la vista y su altura sobre el nivel del mar.


El sonido del saxofón abrió la ceremonia
Un saxofonista en vivo recibió a los invitados y acompañó toda la ceremonia. Presencia discreta, pero esencial para marcar el tono del momento.


Entrada con ella: el otro momento clave
Wilfredo entró con su madre, Milagros. Ella había regresado a Cuba solo para acompañarlo ese día. Caminar juntos hacia el altar en Varadero, cerca del lugar al que pertenece su familia, fue uno de los momentos con más carga emocional de toda la boda.










El beso, un cierre perfecto
Después de los votos y el intercambio de anillos, llegó el beso. Al lado, las sobrinas que habían llevado los anillos seguían atentas, como si supieran que ese instante también les pertenecía.
Un cierre emotivo, que resumía el sueño de casarse aquí, con sus raíces cerca y el mar de Varadero como testigo.



Fotos después del “sí”
Al terminar la ceremonia, vinieron las fotos con la familia. Frente al aro y en ese jardín único sobre la costa, con el mar de fondo. Después, solo ellos dos. Con la luz del atardecer, cerraron el momento con una sesión que dejó algunas de las imágenes más memorables de toda la boda.








Cóctel entre música, vistas y recuerdos
El cóctel se sirvió en el jardín, justo frente a la terraza principal, mientras la pareja hacía su sesión de fotos. Allí, con vista al mar, los invitados disfrutaron de música tradicional cubana en vivo y un bar de cócteles tropicales.
Uno de los rincones más especiales fue la estación de recuerdos: una mesa llena de fotos instantáneas de cada invitado, impresas con pequeños mensajes y colocadas junto a los regalos. Más que un detalle, fue una forma de agradecer y hacerlos parte real de ese día.








Cena frente al mar, con flores como protagonistas
La cena se sirvió en la terraza, siempre con vista al mar. Una mesa larga unía a todos los invitados y marcaba el centro de la escena. Pero lo que realmente destacaba eran los arreglos florales: altos, frondosos, alineados como palmeras que se repetían en ritmo perfecto a lo largo de toda la mesa. Tropical, elegante y coherente con todo lo vivido durante el día.










Pastel, regalo y fiesta hasta tarde
Al terminar la cena, llegó el momento del pastel: un regalo de la madre del novio. Fue el cierre perfecto para esa parte del día, antes de volver al jardín ya iluminado. Allí, con DJ y luces, comenzó la fiesta. Música, energía constante y una pista llena hasta bien entrada la noche.

Un photocall que se volvió el alma de la fiesta
Cuando el salón ya vibraba, apareció el photocall y con él, las gafas personalizadas que los novios regalaron a sus invitados. Todos quisieron una foto, todos se sumaron. El resultado: un reel en tendencia y uno de los recuerdos más compartidos de la boda.






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