

Gabriela y Sheyla
Boda en Cuba bajo la cúpula más linda.
Sheyla estaba de viaje en Cuba y pasó a conocer a la mamá de Gabriela, con quien se había hecho amiga por redes. No esperaba que quien abriera la puerta fuera ella.
Gabriela y Sheyla no se conocieron en una cita, ni fue amor a primera conversación. Pero desde ese cruce, algo se instaló. Lo demás vino después: las señales, las dudas, la decisión.
Y así, lo que empezó con una visita terminó en una boda en Cuba bajo la cúpula más linda.

Proveedores:
Coordinación, Diseño y Decoración :
Aire de Fiesta
Fotos:
Estudio Aires
Flores:
MUA:
Michel Rego
Lugar:
La Casona
Gabriela fue la primera en escribirnos. El mensaje era directo, pero también prudente:
“Nos encanta lo que hacen… pero tenemos que decirles que es una boda de dos mujeres.”
Venían de una experiencia desagradable —unos mariachis se habían negado a cantarles y, aunque les gustaba lo que veían en nuestras redes, no sabían si sería un espacio seguro para ellas.
La respuesta no vino como un argumento, ni como una promesa, sino como lo que realmente somos: un equipo diverso, donde muchas personas de la comunidad forman parte, no solo como clientes, sino como profesionales. Eso les dio confianza. Gabriela cuenta que, después de ese primer intercambio, supo que había encontrado el lugar correcto.
La conexión fue inmediata. La reunión duró horas, con nosotras y con Islaflor, con quienes diseñamos este evento desde el principio. Fue como si nos conociéramos de toda la vida.
Terminamos esa reunión con la idea de visitar diferentes espacios. Pero al salir al jardín, lo vieron claro. La cúpula estaba ahí. Y Sheyla, sin pensarlo, lo dijo: “Es aquí. Esta es la cúpula más linda de Cuba.”



El bouquet perfecto para ella
Todavía en bata, Sheyla sostiene su bouquet ya terminado.








Dos novias en casa, un mismo maquillista
Normalmente, en los preparativos de boda tenemos a una novia en casa. Ese día, teníamos dos. Y las dos querían maquillarse con Michel. Fue una locura.
Se maquillaron las dos en el baño de la suite, que por suerte tiene dos entradas. Para que no se vieran, diseñamos una especie de coreografía: entraban y salían por extremos opuestos, calculando cada movimiento.
Mientras una se maquillaba, la otra esperaba. Mientras una salía, la otra entraba.
Y aunque en redes suelen proyectar seguridad y carácter, en realidad las dos son muy sentimentales. Desde temprano estaban emocionadas. Lloraban por cualquier detalle.
El plan funcionó: hubo sesión de fotos, first look con damas, todo sin que se vieran.



Todo blanco, salvo el ramo
Gabriela lo tuvo claro: todo sería blanco. Su ramo fue la excepción. Las únicas flores de color en toda la boda.


La cúpula que definió el lugar
La búsqueda de locación terminó sin buscarla. Al salir de la primera reunión, paseando por el jardín de nuestra casa —que también es nuestra oficina—, Sheyla vio la cúpula y no dudó: “Es aquí”. No había visto nada igual.
Aquel comentario fue decisivo. Y desde ese momento, toda la decoración giró en torno a ese espacio imponente: una estructura de hierro de varios metros de altura, intervenida por completo con flores. Como un jardín inglés que trepa, que abraza, que envuelve.
El camino hacia el altar lo marcaba una pasarela de madera flanqueada por un arco cubierto de flores y un jardín cuidadosamente diseñado. Y como el día amaneció lluvioso y sin mucha luz, instalamos lámparas en lo alto para iluminar de forma cálida todo el espacio. Soluciones que, además de necesarias, aportaron belleza y coherencia a la decoración.



El inicio de una ceremonia inolvidable
Las madres de ambas fueron las primeras en entrar, caminando juntas. Un gesto que decía mucho.
Luego fue el turno de Sheyla. Entró del brazo de su papá… y ya venía llorando. Apenas llegó al altar, se fundió en un abrazo con su madre. Era emoción, nervios, amor. Todo al mismo tiempo.
Mientras esperaban la entrada de Gabriela, se escuchó un audio. Lo había grabado para su abuela, pero fue también una especie de voto anticipado.
Contaba que se había enamorado de una mujer. Que había aprendido a amar bonito, como su abuela le enseñó. Que amaba bien. Y que sería capaz de ir hasta la luna por ella.
Sheyla no podía contener las lágrimas.






Una entrada con dos acompañantes y la mejor bendición
Gabriela entró del brazo de su padre. Su hermano la esperaba más adelante, con lágrimas en los ojos. Mientras avanzaba, se escuchó la voz de su abuela, que la bendecía.
No pudo estar presente, pero desde la distancia le envió su bendición. Es monja, y con la ternura y la fe que siempre han marcado su vínculo, bendecía a su nieta y esta unión.
Gabriela tomó la mano de su hermano y caminaron juntos el resto del camino.
Después de esos momentos tan intensos, la ceremonia siguió con risas, lágrimas… y se convirtió en una de las más emocionantes que hemos vivido.













Después de la ceremonia, la cúpula volvió a ser el centro.
Ya sin nervios, con la emoción todavía a flor de piel y toda la felicidad encima, Gabriela y Sheyla quisieron hacerse fotos.
La cúpula seguía allí, pero ahora era solo para ellas. Era el mismo espacio donde minutos antes se habían dicho que sí, pero ahora se veía distinto.
Se veían ellas. Radiantes. Triunfantes.
Habían llegado hasta ahí, juntas.
Y ese lugar que tanto significó en todo el proceso, ahora también formaba parte de sus recuerdos.








La fiesta: dos ramos al aire y ninguna excusa para dejar de bailar
Después de la ceremonia, se cambiaron. Ya sin los vestidos largos, llevaron dos trajes similares que les dieron total libertad para bailar.
Dos ramos lanzados al aire. y cero protocolos que frenaran la alegría.
Solo ganas de celebrar. Como ellas. Como su historia.









Entre lluvia y contrarreloj: logramos su boda bajo la cúpula
Llovió sin parar. Llovió tanto que parte del montaje se arruinó. El plan B era un arco bajo techo, pero ellas querían casarse bajo la cúpula. Y hasta pensábamos usar sombrillas si era necesario, con tal de intentarlo.
Escampó faltando una hora. Y aunque la opción más fácil era bajo techo, decidimos rearmar. Porque sabíamos que, si se podía recuperar el plan A, había que intentarlo.
Tener un plan B es clave. Pero contar con un equipo profesional que lo dé todo para intentar el A también puede marcar la diferencia en tu boda.
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