Para una relación que los propios novios describieron como fuerte y apasionada, comprensiva y tolerante, se eligió un diseño romántico para la ceremonia, acentuado por la profusión de rosas en el gazebo y el camino de la novia. Tonos pasteles y flores fueron también el hilo conductor para la recepción, realzando la elegancia y el romanticismo de una locación que ha logrado preservar su arquitectura original a pesar de los años, un homenaje también a la fortaleza del amor de esta pareja.
Números de mesa y distribución de invitados trabajados con filigranas y flores de papel, rosas marcando el sitio para cada asistente y un pastel de bodas con delicados patrones, brindaron armonía al concepto de decoración previsto, que también incluyó una esmerada selección de exuberantes arreglos en cristalería estilizada. La mesa de los novios, presidiendo la cena, fue adornada con un arreglo compacto de rosas similar al del gazebo, armonizando la decoración de ambos espacios.
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Arianna y
Ben se conocieron por primera vez en 2003 en una fiesta de cumpleaños en Canadá,
y aunque al inicio Arianna no quiso saber nada de este chico, mucho menos
bailar o aceptarle el regreso a casa, una semana más tarde terminaron unidos en
una cita, de la que salieron convencidos de que habían encontrado a la persona
ideal para el resto de sus vidas.
Un año
después Ben le regaló a Arianna su segundo gran amor, un cachorro al que
nombraron Cuba, como homenaje nostálgico a la tierra de sus padres. Desde
entonces y durante los próximos diez años Ben y Arianna compartieron sus vidas
y sus viajes a Cuba marcados por el reencuentro para Arianna y el
descubrimiento de un segundo hogar para Ben.
Cuando
decidieron casarse, qué mejor lugar que esta tierra hermosa que tanto había
llegado a significar para ambos. Así decidieron unir a amigos y familia de aquí
y de allá y encontraron en la Mansión Xanadú el escenario perfecto para hacer
oficial su matrimonio.